“Ser madre y maestra ha sido un enorme reto, pero sin lugar a dudas, ha sido también una de las experiencias más satisfactorias que he vivido”, confiesa la maestra Alicia, una mujer que ha entregado 34 años de su vida al servicio docente.
Como portavoz del Gobernador David Monreal Ávila, la Secretaria de Educación, Maribel Villalpando Haro, reconoce el trabajo y la dedicación que mujeres como Alicia, que son madres y maestras, dedica en la formación de niñas y niños para que sean personas de bien.
Desde muy pequeña, Alicia sentía un enorme deseo de desempeñarse en la docencia, gracias a la admiración que siempre sintió por sus maestras de primaria.
Su mamá tenía una tienda de abarrotes en la comunidad de Casablanca, Guadalupe, de donde es originaria, y le prestaba las rejas de la fruta para que jugara a la escuelita con sus primas y sus hermanas.
Cuando Alicia cumplió 12 años, le pidió a su mamá que la dejara estudiar en Zacatecas, pues era la única manera de lograr su sueño de ser maestra, y así fue, llegó a la ciudad a vivir con una sus tías.
Alicia Rosales Coronado perteneció a la última generación de estudiantes que ingresaban a la Benemérita Escuela Normal “Manuel Ávila Camacho”, justo al terminar su educación secundaria, 1984-1988. Es por eso que inició en la docencia siendo muy joven.
Recuerda que su primera plaza le fue asignada en la comunidad de Luis Moya, en la sierra de Saín Alto, donde fue con su primera hija en brazos, y donde tenía que caminar unos 15 kilómetros para llegar.
Su mirada se pierde al recordar que en aquel lugar había muchos alacranes y, pese al miedo que sentía, sólo se enfocaba en proteger a su pequeña hija.
Años más tarde y por azares del destino, recorrió diferentes municipios y comunidades, hasta que se estableció en el jardín de niños “Cipactli”, ubicado en el municipio de Guadalupe, y donde lleva más de 24 años dando clases a los pequeños preescolares.
Ser mamá era otro de mis más grandes sueños
Otro de los deseos de Alicia era ser mamá y aunque siempre pensó que sólo tendría dos, la vida le regaló cuatro hijos; dos mujeres y dos hombres que, de acuerdo con sus propias palabras, han sido el mejor regalo que Dios le pudo dar.
Además de ser una madre que desde hace 34 años sale a trabajar todos los días fuera de casa, considera que ha tenido la suerte de tener unos hijos responsables, dedicados, cariñosos, amorosos y de muy buen corazón”.
Lamentablemente, en un lapso de vida de no más de 10 años, Alicia sufrió la pérdida de su esposo y de su hija mayor, eventos que la golpearon muy duramente. Sin embargo, el amor de su familia y, por supuesto, de sus alumnas y alumnos, la ayudó a levantase de ese gran dolor.
“Como a todos los seres humanos, nos suceden cosas fuertes en la vida, pero nuestro alimento y lo que nos levanta el ánimo es el cariño de nuestros niños”, dice.
Son heridas que quedan en nuestro corazón, que nunca cierran, pero día a día vamos aprendiendo a sobrellevarlas.
“Mi carrera como educadora ha sido muy satisfactoria porque he recibido mucho cariño y mucho amor sincero de todas mis niñas y mis niños que siempre me reciben con un te quiero, maestra”, refiere.
Asegura que “en el aula, una maestra es como una mamá para sus alumnos, los protege, los defiende, los arropa, son mis niños y nadie me los toca porque uno los quiere como a sus segundos hijos”.
Ahora que Alicia tiene 57 años de edad y está próxima a cumplir 35 como educadora quiere retirarse para dar paso a las siguientes generaciones de maestros, pero también tiene algunos propósitos por cumplir, dedicarse de lleno a ella misma, viajar, pasar más tiempo con su familia y poner un negocio.