El sol tiene una hora de haberse asomado en el sureste de Zacatecas y un hato de borregas que guarecen en un corral de madera, al pie de un arroyo, sale de su corral para ir a pastorear. Se dejan guiar por el sonido del cencerro que cuelga del cuello de una vaca, cual si fuera la líder.
La quietud y el silencio que privan en La Ballena, comunidad de Villa Hidalgo, permiten escuchar con nitidez, en un diámetro de hasta 100 metros a la redonda, ese golpe que produce el badajo de la campanilla.
Cual si fuera la chicharra de una escuela, ese cencerro también marca el inicio de una jornada académica y económica para alrededor de 50 adolescentes del Telebachillerato Comunitario La Ballena.
Por usos y costumbres, en esta localidad, enclavada en la antesala de la Sierra de Pinos, los embarazos a temprana edad, la migración hacia los Estados Unidos y, recientemente, la incorporación a las filas de la delincuencia organizada eran una opción de vida de los jovencitos al salir de la telesecundaria del lugar.
Sin embargo, hoy, en esta escuela, además formar de estudiantes para que continúen sus estudios en la universidad, los ha iniciado en una actividad laboral y les enseñan a elaborar y vender piñatas, tamales y chamupurrado, lo que les permite tener un nuevo panorama de vida.
Con acciones como éstas, desde la educación, el gobierno encabezado por David Monreal Ávila impulsa la regeneración del tejido social y propicia la comunión social hacia el bienestar del pueblo zacatecano.
Una escuela que da una oportunidad de vida
La Ballena se sitúa a 125 kilómetros de la capital de Zacatecas, rumbo al sureste. La mayoría de sus casas son de muro de adobe, pues es un material de construcción que resulta económico para las familias, cuyo sustento lo obtienen de la agricultura y ganadería.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el grado promedio de escolaridad hasta el año 2020 era primer grado de secundaria. Ahora, el Telebachillerato Comunitario es la más alta opción de estudio a la que aspiran los pobladores de ésta y de comunidades aledañas, tales como Cerro Prieto, Sotolillo, El Tepetate y la propia cabecera municipal.
Por años, de acuerdo con el testimonio de quienes habitan en este lugar, la falta de oportunidades educativas y laborales fue factor en los jóvenes de migración o de embarazos tempranos.
Piñatas para formar jóvenes
Dulce Rubí es una adolescente originaria de Cerro Prieto, una comunidad ubicada a 5 kilómetros al sur de La Ballena. Todas las mañanas, 20 minutos antes de las 8:00 horas, al pie de carretera, espera a un profesor o al tortillero para que le den raite y la trasladen a estudiar en este Telebachillerato.
El 14 de diciembre cumple los 16 años y ya tiene su deseo listo. Antes de soplar la vela de su pastel, pedirá el poder terminar de forma satisfactoria el bachillerato, pues quiere formarse como abogada para ayudar en su defensa legal a mujeres violentadas por sus esposos.
Ella es una de los 21 estudiantes que cursan el tercer semestre. En la materia Desarrollo Comunitario, todo el grupo ha aprendido a hacer piñatas de cartón como una actividad formativa que, además, les permite aprender a tener ingresos económicos propios.
Por organización del grupo, hay áreas de diseño, armado y vestimenta para elaboración de las piñatas. El cartón lo compran a 4 pesos el kilogramo en Villa Hidalgo, allá también compran los pliegos de papeles de china y crepé. En La Ballena, instalaron un centro de acopio y los pobladores donan libretas usadas o libros de texto gratuito, que se usan para el forrado de los diseños de cartón.
El papá de un alumno prestó dos cuartos que tiene en la comunidad y éstos fueron habilitados como taller; además, como punto de venta. En su interior, cuelgan piñatas de un aguacate, de personajes de caricaturas, de cajetillas de cigarros, de figuras navideñas, etcétera; cualquier diseño lo hacen los estudiantes.
En El Refugio, la comunidad de mayor circulante económico de Villa Hidalgo, está el mercado de venta de las piñatas que elaboran estos adolescentes. Por encargo, ya han vendido más de 100 en el último par de meses, a 60 pesos cada una; también, venden piñatas de forma individual, cuyos precios van de los 80 hasta los 300 pesos, según el diseño.
Rubí tiene un buen dominio de la brocha. La sumerge en el engrudo y embarra el molde de cartón. Está contenta porque sabe que el ingreso económico que obtenga le permitirá tener dinero para hacer un regalo en Navidad a su familia.
“La escuela nos ha ayudado, pues mis compañeras y yo ya hemos hablado de estudiar la universidad; nadie de los muchachos se involucra en las cuestiones de inseguridad. Todos, como grupo, pugnamos por ser un orgullo de nuestras familias”, comenta y se sonroja a causa de las risas de sus amigas que escuchan la plática.
Champurrado y tamales
Silvia, Belén y Sandra son las tres maestras que están al frente de esta institución de nivel medio superior. Imparten las asignaturas de Matemáticas y Ciencias experimentales, Historia y Comunicación, así como Desarrollo Comunitario; además, han trazado una ruta que permita a los jóvenes formarse también en actividades laborales.
En el quinto semestre, 19 estudiantes han aprendido de la enseñanza del cuerpo docente la elaboración de tamales y champurrado, una acción que les permite venderlo en la comunidad.
El champurrado lo elaboran con maíz natural de La Ballena, que se obtiene a través de desgranar una mazorca, cocerlo con cal y luego molerlo en metate o en un molino manual. Luego mezclan con piloncillo, chocolate y canela.
El proceso de elaboración lo explica Paola, una jovencita de 17 años que aspira a ser contadora o profesora, aún no lo decide. “Lo vendemos afuera del Centro de Salud desde las 7 y media de la mañana. Ya la gente nos conoce y nos compra un vaso, que damos en 10 pesos, o un litro que vale en 20 pesos”.
En promedio, cada estudiante logra sacar por semana 200 pesos, mismos que les sirven para pagar sus gastos o ayudar a su familia.
La Ballena
En la entrada norte de esta localidad hay un cerro que tiene la forma de una ballena, de ahí el nombre de este lugar.
Y aunque aún no lo saben, los estudiantes, al igual que este mamífero acuático que emigra distancias largas para buscar alimento y temperaturas propicias, gracias al Telebachillerato Comunitario estarán preparados para ir a otros lugares, a fin de lograr su formación universitaria y también alcanzar sus sueños.