ZACATECAS. “Miguel” llegó al Centro Regional de Reinserción Social (Cerereso) de Fresnillo en el 2019, con 59 años, sin saber leer ni escribir; en menos de dos años, y cuando pensó que jamás lograría su sueño de aprender, hoy tiene acceso a libros de teología, tecnología, historia y textos educativos de segundo, tercero, cuarto y sexto grado de primaria.
Asegura que además de instruirse, en la prisión aprendió a sentirse libre, a convivir y compartir, por lo que la considera más un lugar de enseñanza.
Los errores del pasado, llevaron a Miguel (como será nombrado en este texto) a recibir una sentencia de 45 años de tratamiento en libertad, pero al no encontrar quien se hiciera cargo de él y dar seguimiento a su atención, permanece en el pabellón psiquiátrico del Cerereso de Fresnillo.
“Me he estado preguntado y no sé cómo me metí a todo eso, he mirado mucha superación en mí; pienso que ya no me pierdo en cualquier ciudad, si miro cualquier letrero y digo voy para aquí, voy para allá y eso me gusta mucho; la escuela me llama a mucho la atención y estoy muy agradecido, me siento muy bien porque aprendí a leer y escribir”, dice.
Asegura que siempre tuvo la intención de practicar estas dos actividades pero las condiciones de vida de su familia no le dieron oportunidad de recibir educación básica formal y cuando lo pudo intentar, fracasó porque no conocía el abecedario y perdió el interés, sin embargo, decidió superar esta adversidad y aprovechó la oportunidad cuando ingresó al Cerereso.
“Estoy leyendo, me doy cuenta de lo que dice y qué estoy escribiendo, lo paso a un libro o a un cuaderno y puedo mostrar mi cuaderno de todo lo que escribo y he estado acomodando todas las palabras bien, no sé cómo lo he logrado en menos de dos años, me siento muy honrado conmigo de haberme metido a la lectura”, dice Miguel.
Aprovecha su tiempo, como nunca lo hizo mientras estuvo en libertad, para cultivar esa pasión por la lectura. Cuenta que al principio sus compañeros le ayudaban; escribía frente a quiénes sabían y ellos lo animaban, ese respaldo fue determinante durante los ejercicios en los que practicaba la escritura, que le costó en un inicio, pero conforme adquiere habilidad y práctica, le parece más fácil.
Adquirió conocimientos que no imaginaba
Luego de una vida de trabajo en Estado Unidos como jardinero, lavaplatos y pintor de casas, en el Cerereso se dio cuenta de que si se lo proponía podía llegar a adquirir conocimientos que nunca imagino.
Relata que en su infancia sus padres le dieron escuela, pero por andar detrás de las vacas y los animales nunca le hizo caso y cuando llegó al Cerereso de Fresnillo recibió la oportunidad y la tomó.
“Hay veces que hasta me quedo en la escuela escribiendo y me dicen ya terminó, yo les digo me falta poquito oficial”, dice.
A sus 61 años, el encuentro con el estudio lo ha cambiado, pues asegura que aunque le cuesta expresarse, hay muchas cosas que nunca pensó que conocería y podría realizar, ya que además de leer y escribir, lleva a cabo actividades con papel, artesanías.
Menciona que entre sus creaciones están floreros, a los cuales les dedica tiempo y creatividad para decorarlos ya que tiene especial gusto por las artesanías y el trabajo.
Miguel es originario de Atolinga y expresó su agradecimiento no sólo porque en el Cerereso tuvo la oportunidad de superarse, sino por el trato que recibe a diario, junto con sus demás compañeros. “El trato que nos dan aquí es muy bonito, los oficiales son chidos, son buenas gentes; nos tratan bien, nos dan lo necesario, alimentación y todo.
Finalmente, menciona que su tiempo interno no ha sido en vano y ha tenido logros, al salir, le gustaría tener un trabajo.
“Siento muchas gracias de todo el apoyo que nos han dado porque yo ya se leer y aprendí algo, sino en la calle anduviera detrás de unas vacas pues no tuviera esa oportunidad de agarrar un libro, un lápiz, porque allá lo único que puedo es agarrar piedras y tirarles a los animales, yo me voy agradecido de que se comunicarme, eso me ayuda mucho”, añadió.